A quienes pueda afectar,
deseándeles lo mejor

En nuestro pequeño equipo de soluciones (solutionteam.org) hemos dedicado una pequeña parte de nuestro tiempo, a un ritmo más tranquilo, para un proyecto concreto: desde que asesoramos a la empresa petrolera francesa, Elf Aquitaine, sobre los usos alternativos para los petroleros monocasco sobrantes en 1990 - hemos estado dándole vueltas a algo que "pudiera ser algún día de utilidad para la humanidad, si no para el planeta". Algo que, en nuestra ignorancia, nunca pensamos que llegaría a ser calificado de emergencia similar a una guerra de tiranos o un terremoto - no permitiéndole nunca triunfar más en trágicos rompecabezas de moda, suplicando fuertemente que se solucione cada uno en su momento.
Estábamos equivocados. Este proyecto, y el alivio parcial de la gran amenaza para la que estaba diseñado, forman parte de la actualidad informativa. La solución que hemos estado conformando y ajustando, debatida en mesas de reuniones, en nuestras mentes y en nuestros portátiles: es racional, funcionará, puede formar parte de una solución. Nuestra vergüenza, mientras redactamos esto, es la ausencia actual de la infraestructura única que siempre sabíamos que tenía que estar en marcha previamente, para proporcionar ayuda efectiva, a tiempo, en lugares estratégicos. De modo que aquí estamos, lo que vimos en 1990 y pensamos que llegaría a finales del siglo XXI ya está aquí, en el 2015. La calamidad histórica que durante décadas supimos que llegaría un día, a través de sigilosos anticipos, ha llegado, e incluso ahora está desarrollándose delante de nosotros.
Aquellos de nosotros que estábamos en el equipo original, que aún podemos luchar, decimos: no jugamos más. Ha llegado el momento de despejar la cubierta y navegar en el ojo del huracán. Por nuestra tardanza estamos ahora limitados para poder, con suerte, proporcionar un poco de ayuda ante las lamentables consecuencias.
El calentamiento global, la subida del nivel de los océanos, la desecación y el retroceso de las tierras; alimentados y facilitados por los excesos humanos: están expulsando la vida en este planeta, o eliminándola de él.
En algún lugar de la evolución entre la destrucción total y el intento de volver a la vida, el hombre será impulsado a descubrir cómo vivir y crear una comunidad en los océanos. Esto nos parece que es inevitable. En la actualidad las tierras secas, mal gobernadas, en guerra, rotas por el hambre son la hemorragia de sus débiles y maltratados habitantes. Estamos viendo que cuando la desesperación los impulsa fuera de sus hogares, inevitablemente se dirigen a tierras donde constantemente no son bienvenidos.
Creemos que es inevitable que el número de refugiados de tierras abandonadas crezca y se multiplique; igual que el número de países que rehúsan acogerles también crecerá: hasta que un día no lejano no habrá para ellos lugar seguro o feliz en nuestro planeta donde puedan encontrar refugio.
Desde los satélites podemos verles moverse, huyendo de sus tierras infernales, comprando su ruta por territorios vecinos hostiles, para ser tratados como ganado por criminales hasta el mar, donde se amontonan en barcos no aptos para navegar desde los que esperan llegar a playas más pacíficas y prometedoras que la propia. Todos sabíamos que las cosas, de una u otra forma, acabarían así, pero no tan pronto.
Dios mío, debíamos haber estado allí con un grupo de barcos unidos preparados para recibirles. Aún podemos ejercer esa función en la violenta y desesperada migración que vendrá mañana y en días venideros. Debemos apresurarnos.